miércoles, 27 de junio de 2018

Día 13 - The beautiful people

El domingo 17 de junio fue el día en que, con mucho pesar, me despedí de Cinque Terre. No es sencillo decirle adiós (o hasta pronto?) a un lugar al que llegaste después de tanta espera.

Pero, mi periplo seguía por otras zonas de la Liguria, y ese domingo le tocaba a Portofino.

Este pueblito marino es de los más exclusivos de Italia. Es muy lindo, con casas de colores a lo largo de la pequeña marina, y notás enseguida que es un centro turístico para gente de altos recursos, y también para gente que no quiere pasar desapercibida... Personajes como este abundan:

I'm too sexy for my shirt, too sexy for my shirt, so sexy it hurts... xD

Cantidad de pequeños yates y barquitos de todos los tamaños amarrados al puerto, tiendas de marcas como Balenciaga, Rolex, Louis Vuitton, mujeres producidas a nivel Kardashian a las 3 de la tarde... se hacen a la idea, no?

Pero este pequeño pueblo marino, en donde personajes como los señores Domenico Dolce & Stefano Gabanna tienen su villa, no siempre fue un centro de lujo. Y al tener Italia una unificación tan tardía, Portofino pasó por muchísimas manos.

Su origen es remoto: existía ya en la época del Imperio Romano con el nombre de Portus Delphini. En el siglo X, la esposa del rey Lotario II de Italia dona la aldea a la Abadía de San Fruttuoso (que aún existe, situada en una bahía de sueño, a la que solo se llega por mar o caminando unos 15 km).

Unos doscientos años después pasó a formar parte de la jurisdicción de Rapallo (el lugar en donde yo me quedé por los tres días que anduve por la zona), para pertenecer así indirectamente a Génova, de gran importancia marítima durante el medioevo (de su puerto salió Colón, se acuerdan?)

La verdad es que es muy lindo, y vale la pena subir hasta el faro porque las vistas desde ahí son hermosas:

Vista del mar de Liguria desde el Faro de Portofino

Portofino vista desde el camino que lleva al faro

La verdad es, también, que disfruté enormemente sentarme en una mesita de un típico bar de la Piazza Martiri dell' Olivetta a tomar un aperitivo en una de sus mesitas frente al puerto (acá fue, de hecho, donde el Aperol Spritz y yo nos conocimos y empezamos un romance que duró toda mi estadía en Italia 🤣).

Marina de Portofino

L' Aperitivo, costumbre arraigadísima entre los italianos

Pero, también es cierto que encontrarme con gente tan fancy pants y con tanto deseo de ver y ser vista me causó un poco de gracia.
Vale la pena dedicarle una tarde, y si se puede llegar por mar es aún mejor (cosa que yo hice un día después, aunque esa es otra historia), pero no es un lugar en el que yo me quedaría más tiempo que ese.

lunes, 25 de junio de 2018

Día 12 - Perfectly lonely


Desde que llegué a La Spezia había pasado mis días rodeada de personas, algo que es muy común cuando hacés vida de hostel. Interactuás de la manera mas natural con gente de distintos países del mundo y de diversas indiosincracias, edades, intereses, actividades, etc, como si fueran tus vecinos de toda la vida. Incluso te puede pasar que te encuentres con alguien de tu ciudad natal, como me pasó a mi con Mica, otra platense.

Pero la verdad es que, si bien me encanta conocer personas, y soy muy amiguera - de hecho toda la vida hice amigos en cualquier lado -, también es muy cierto que me son muy necesarios mis momentos conmigo y nadie más. Y digo conmigo y no momentos en soledad porque el estado de soledad es uno que disfruto. No viene, en mi caso, acompañado de un sentimiento de soledad (de hecho, la única vez que experimenté ese sentimiento fue estando con alguien).

Entonces este día, mi último con mis amadas Cinque Terre elegí pasarlo solo con mi ser. Iba a ver las cinco tierras (las 3 que me faltaban, y las 2 que ya había visto). Y tres de ellas las iba a unir haciendo un sendero a pie - De haber podido hubiera unido las 5 a pie, pero la Via Dell´Amore, que es el camino que las comunica tiene dos tramos, los que van de Riomaggiore a Manarola, y de Manarola a Corniglia cerrados porque alguna tormenta provocó un par de derrumbes -.

Al respecto y como paréntesis en el relato, va un consejo: al que tiene pensado hacer todas o al menos varias de las Cinque Terre en un día incluyendo algún tramo a pie, le conviene sacar la Cinque Terre Card, por 16 euros. La tarjeta incluye el sendero (€7,50), el uso del tren que toca todos los pueblos todas las veces que quieras (€4 cada tren que tomás sino), el uso de los baños de las estaciones (por lo que sino pagás €1 cada vez que lo usás), y wifi también en todas las estaciones. Plus, te dan un mapa del Parco di Cinque Terre con todos los senderos y una tablita con los horarios de los trenes.

Bien, tips turísticos ya dados, prosigo. El shuttle del hostel me dejó en Riomaggiore, el primero y más al sur de los pueblos.

Riomaggiore

Riomaggiore

Una hora más tarde me tomé el tren a Manarola. A primera vista se convirtió en una de mis aldeas favoritas. Es verdaderamente tan hermosa que me costó dejarla para seguir camino - además de ser aquella de la primera imagen de Cinque Terre que vi en mi vida, de la que les conté por acá. No afirmo ni niego que pararme en frente suyo me hizo soltar algunas lágrimas.

Manarola

Manarola

De Manarola tomé nuevamente el tren a Corniglia (creo en este punto necesario aclarar que el tren te lleva de un pueblo a otro en 5 minutos). Este pueblito está encima del monte, sin acceso alguno a la costa. De hecho una vez que bajaste del tren llegás a él subiendo una larga serie de escaleras.

Corniglia

Corniglia, vista desde el setiero a Vernazza

Como ya era "il mezzogiorno" y ya desde acá iba a comenzar el trayecto a pie, decidí antes almorzar en Corniglia. Algo livianito, como para cargar energías para la caminata... un risotto ai fruti di mare 😂 (Estúpido y sensual risotto).

Después de esto ya estaba lista para caminar hacia Vernazza. El sendero arranca en una callecita del pueblo que te deposita en 5 minutos en medio del monte.

Comenzando el sendero a Vernazza

Te lleva una hora y media y tiene muchos escalones, y subidas y bajadas - igual que el que más tarde me llevó desde Vernazza a Monterosso - pero las vistas a lo largo del camino te sacan la respiración, porque el sendero corre en gran parte sobre el lado externo de los montes, asi que tenés el mar al lado en muchos tramos del camino.

Me había llevado mis auriculares para escuchar alguna de mis extensas playlists, pero la verdad es que estando ahi no tuve ganas de escuchar otra cosa que los sonidos que hace la vida que te rodea y que está escondida en medio de tanta naturaleza.
Escuchar tantos sonidos sin nada de ruido no es algo a lo que estemos acostumbrados, y hacer este camino en soledad me llevó a un estado de tanta presencia en el acá y ahora que mi cabeza hasta atomizaba lo que escuchaba y lo separaba en segmentos: el agua de algún arroyo que no podía ver, el sonido del mar, el canto de los pájaros, y hasta sonidos de vaya a saber cuántos insectos diferentes y de lagartijas que pasaban entre las ramas del camino.

Llegar a Vernazza después de caminar ese primer tramo fue mágico.

Llegando a Vernazza

La felicidad del que arriva a destino

Y a lo mejor ese hiking me habrá exaltado y habrá influenciado mis subjetividades, pero Vernazza se convirtió al instante de pisarla en mi favorita de las Cinque Terre.

Vernazza

Vernazza

Vernazza tiene un pequeña playita, y ahi me quedé - ahora si con mi música - hasta más o menos las 18.30, hora en la que (después de haber presenciado un ritual que es parte de las bodas en Italia, ese de los novios obsequiando confites a los asistentes) partí a hacer la última parte del sendero, la que lleva de Vernazza a Monterosso. Y para ponerle un broche de oro a la cuestión, llegué a este último pueblo a la orilla del mar cuando se estaba poniendo el sol.

Llegando a Monterosso

Monterosso

El shuttle del hostel me esperaba en Riomaggiore a las 10 pm, asi que después de decir adiós y gracias, tomé el tren desde la última Cinque Terre hacia allá.

Esa noche cené con las chicas, mis compañeras de aventura de estos últimos días (Belén, de España y Ana, de Venezuela), mientras compartíamos una botella de Chianti rosso a modo de brindis de despedida, y hablábamos de todas las cosas que nos había regalado Cinque Terre y nuestra estadía por ahí; y pensaba después en esto de que la compañía de los demás se disfruta mucho más una vez que tuviste tiempo de calidad con vos mismo; cuando hiciste y dejaste hacer; cuando las veces en las que compartís tus ratos con otro, lo hacés desde un lugar de libertad.

Compartir momentos es hermoso. Saber disfrutarlos en perfecta soledad, también.

Amé fuerte mis días en Cinque Terre. Amé haber cumplido otro sueño más.

Alto, cada vez más alto.




domingo, 17 de junio de 2018

Día 11 - Stairway to heaven (o, camimo a Portovenere)

El viernes amanecí muy temprano porque el plan era recorrer un sendero que iba a llevarme desde Biassa hasta Portovenere.

El camino arranca justo en frente del hostel en el que me hospedé, descendiendo unas escaleras que salen a una carretera que transitás por unos 3 km hasta entrar al sendero propiamente dicho, que no tiene nada de calles y sí mucho de agreste, y que es el que te conduce en subida a través del monte regalándote vistas que te dejan sin habla.

Así que con mis compañeras de aventura (Micaela, de La Plata - si, posta, mi ciudad - y Belén, de España), partimos a las 8 de la mañana, ansiosas de ver Portovenere, un pueblo que fue colonia genovesa en la época medieval - saben ustedes que Italia se unificó recién en 1861, por ende hasta entonces las ciudades eran unidades políticas y económicas separadas, que a lo largo de la historia se fueron conquistando unas a otras, de acuerdo a cuál ostentara mayor poderío o según qué otra potencia europea (franceces, españoles, griegos) la reinara.

Y si bien la meta fue una cosa maravillosamente hermosa - que aunque no tiene la publicidad y la fama de Cinque Terre, se la merecería -, como bien dice el cliché (que por algo es cliché): lo que importa es el camino.

O los caminos. Porque a lo largo de todo el sendero (el AV5T), nos encontramos con subidas, bajadas, escalones, caminos anchos, caminos super angostos, caminos boscosos dentro del monte, caminos externos con unas vistas impresionantes al mar, caminos que pasaban entre las casas, caminos tapados de vegetación...

Nos llevó 4 horas y media completarlo, y el hecho de haber alcanzado un paraíso después de un gran esfuerzo lo volvió todavía más perfecto. Y sin dudas, el haberlo compartido con dos personas que disfrutaron de recorrerlo tanto como yo lo hizo aún más especial.

Fue mi primera experiencia de senderismo (porque una vez subí el monte Likavitos para ver desde su cima cómo el sol se ponía sobre la Acrópolis, pero me llevó algo asi como media hora, y no es un verdadero sendero ni presenta ninguna dificultad), y me encantó tanto que al día siguiente hice otro "setiero" más.

Pero esa es otra historia que va al próximo post.

Ahora les dejo fotos de Portovenere y las vistas que nos topamos hasta alcanzarlo.

Mica, Belén y yo a mitad de camino

              

La entrada del pueblo
La costa









jueves, 14 de junio de 2018

Día 10 - La spiaggia

Mientras era chica escuché muchas veces una canción que Serrat le canta al Mediterráneo... (#madre ama a Joan Manuel, así que sonaba seguido en casa); hoy empecé a entender el por qué de su amor y su inspiración e impulso a cantarle.

Por primera vez desde que llegué a Italia hoy pisé la playa. Mi primera vez con el mar fue en Monterosso, la más al norte de las Cinque Terre, que está bañada por el Mar de Liguria, que es una subdivisión del Mediterráneo.

Solo voy a decir esto: ❤🇮🇹❤🇮🇹❤🇮🇹❤🇮🇹❤🇮🇹❤🇮🇹❤🇮🇹❤

Y les voy a dejar fotos:

@Monterosso 🇮🇹❤

Mica (mi nueva amiga platense) y yo llegamos a Monterosso a las 9.30 de la mañana

Monterosso al mare

Monterosso

Monterosso

Monterosso


Con il mare

Nella spiaggia



miércoles, 13 de junio de 2018

Dia 9 - Take it easy (Estás en Biassa)

Cuando yo no ande más por el mundo de los vivos, un buen y acertado epitafio para poner en mi lápida podría ser: Qué es calmarse?

Es de conocimiento de mis cercanos que cuando algo me gusta o me emociona no tengo stop, y soy algo así como un conejito de Duracel on drugs. Eso se potencia muchísimo cuando estoy de viaje - más aún si los lugares que piso son uno más lindo que otro -.

Dicho esto, traten de imaginarme en este momento...

El asunto es que este es un viaje atípico por la cantidad de tiempo que abarca, de modo que iba a ser imposible transitarlo a velocidad 5 (como dice mi profesora de teatro, que en su escala quiere decir velocidad mil) durante su totalidad.

Claro que esto me lo planteé y me lo auto-advertí antes de subirme al avión.
Por supuesto fue totalmente inútil y no me di ni cinco de bola, y hasta ayer tuve una semana intensa, sin ni siquiera bajar un poco las revoluciones ante el resfrío - ataques de tos incluídos - que me agarré...

Mi amiga Flor, la psicóloga, dice que seguro fue la emoción.
La verdad es que fue el aire acondicionado excesivamente fuerte con el que me encontré el domingo en mi habitación xD. Pero voy a darle algo de razón en cuanto a que esa emoción que ella menciona es la que me hace no registrar cansancio, sueño, (tanta) hambre o cualquier otra necesidad primaria cuando estoy en esos estados.

El asunto es que acá estoy, aprendiendo a parar.
Y hoy, eso fue lo que hice.
No voy a mentir, no fue 100% decisión propia, la naturaleza vino en mi ayuda haciendo llover torrencialmente a la mañana, lo que hizo que desayunara en paz y largamente en este Bistrot & Bakery que hay en el hostel,

Bistrot and Bakery - Ostello Tramonti
lo que me ayudó a aprender un poco más el italiano, que también es el objetivo en este viaje - si chiques, me traje las fotocopias del libro, asi de nerd soy - desde este lugar,

Ostello Tramonti
Y finalmente, me dejó pasear por Biassa, esta aldea chiquitita en donde estoy, en la cual te da hasta cosa hablar en voz alta cuando vas por la calle... ese nivel de tranquilidad es el que manejan.

Biassa
Biassa

Una Pizzeria en Biassa, a dos cuadras del hostel, con vistas sobre la cuidad de La Spezzia

Así que probablemente también el lugar haya ayudado a que me funda con la paz que respira esta gente a diario.


Día 8 - El viaje

Mi mañana del martes arrancó muy temprano y transitando caminos:

Levantarme 5 am, auto hasta la estación de Legnano (que btw, acá tengo que parar y agradecer a Caterina, la prima de mi madre, por llevarme y traerme a las distintas estaciones desde su casa en Dairago, en donde estuve quedándome estos días), luego tren de Legnano hasta Milano, luego tren desde Milano hasta La Spezia, luego bus por 15 minutos hasta Biassa, una antigua aldea situada en el medio de unas colinas cubiertas de vegetación, en donde está mi hostel.

Biassa

Pero no es de ese viaje del que quiero hablarles.

Lo que les quiero contar en realidad, es que este viaje que me acercó a Cinque Terre empezó unos cuantos años atrás, cuando vi esta foto:


El momento que estaba transitando cuando la vi era uno bastante particular (por no decir un momento de recontra mierda y de mucha tristeza y desconexión con todo y con todos). Verdaderamente creo que si alguna de las personas que me conocen no hace mucho viajara a ese momento del pasado y se encontrara conmigo, no me reconocería, y hasta negaría completamente que ese ser tan apagado era yo. 

Los motivos de aquel estado no vienen a cuento, pero el caso es que cuando vi esa foto aquella vez se me encendió algo. No podía ser que me sintiera tan abatida en un mundo que tenía lugares como este. 
La conclusión natural fue: tengo que ir.

Claro que para quienes no somos Paris Hilton o Bill Gates, la cosa no es soplar y hacer botellas, así que mucho tiempo y muchas circunstancias favorables tuvieron que pasar para que finalmente hoy llegara a este lugar. 

Anoche cuando estaba por dormirme, pensaba en que me gusta la idea de que todo aquello fue un ahorro en el Banco del Karma, y con las monedas de oro que fui metiendo ahí (que algunes pudieron tratar como si fueran de plomo o de lata), me compré esta experiencia. Me compre mi sueño. 

Y entre aquel momento y este hubo mucho de aprendizaje; mucho de soltar; mucho de dejar de tratar de entender para entonces recién ahí entenderlo todo; mucho de crecer; y al final, también mucho de agradecer, porque muy seguramente sin todo aquello no hubiera pasado por un proceso de tanto autoconocimiento y no sería quien soy hoy - que, para serles sincera y sin ninguna falsa modestia, el mío es un yo que no cambiaría por ningún otro, y a quien quiero con sus virtudes, pero también con todos sus defectos -.

Ese fue el verdadero viaje que hice para llegar a este lugar.



martes, 12 de junio de 2018

Día 7 - Milán rica y mercantil versión S XXI

Vengo con un poco de delay en los posts (sabrán entender, estoy conociendo Italia 😛), y tenía pensado hacer un 2x1, pero mi fan número 1 (bah, mi única fan), Lulaina, me tiró la amenaza gaspariana "100 posts o hay tabla".

Así que hoy le doy el gusto. No prometo que vaya a pasar siempre.

El lunes me desperté acá, y después de desayunar brutamente me fui a descubrir un poco más la zona de Porta Nuova.

La zona llamada Porta Nuova, con la que te topás ni bien salís de la estacion Porta Garibaldi, es una de las más internacionales y tecnológicas de Milano (y de toda Europa en realidad), y en ella se encuentra el rascacielos más alto de Italia, la Torre Unicredit (diseñada por el arquitecto argentino Cesar Pelli).

El Unicredit es uno de los edificios que rodean la Piazza Gae Aulenti, que también fue diseñada por Pelli, y que está elevada 6 metros del nivel de la calle... (teniendo en cuenta que la zona está concesionada a varias multinacionales y que se trata de uno de los distritos más ricos de toda Europa, no se si pueden escuchar el "See what I did there?" del arquitecto...)

Anyway, es muy bella (si gustan de lo modernoso y las estéticas futurístas). Y la Piazza tiene la particularidad de tener la mayor parte de su superficie cubierta de agua, que a la noche se vuelve parte de un espectáculo con luz y sonido (yo esto todavía no lo vi, pero tengo la intención de)

Algunas fotos en el feed o las stories de instagram

lunes, 11 de junio de 2018

Día 6 - En el justo momento y en el justo lugar.

Ayer, domingo, después de desayunar en Legnano (Un capuccino y un cornetto con la marmellata di arancia, todo muy italiano el asunto) me subí al tren y me vine para Milán.

Mientras viajaba, leí una revistita que agarré en algún momento en un info point (soy muy, pero muy papelera), y me encontré con que justo este domingo se realizaba uno de los eventos culturales más esperados en Milán: el concierto que una vez por año la filarmónica de la Scala le ofrece gratuitamente a la ciudad, en la Piazza del Duomo.

Enloquecí, claramente.

Para que mi alteración se entienda es necesario que explique que mi gusto por la música lírica y clásica (de la que al lado de ellos y de otros sé tan poco) tiene origen en mi familia del lado materno. Es, digamos, una cuestión afectiva: Mi madre siempre ha escuchado este tipo de música, vi mi primera ópera siendo chiquita, y hoy, cuando me encuentro en un teatro escuchando una orquesta hay momentos de las piezas musicales (especialmente los momentos en los que entran en escena la mayoría de las cuerdas) en que siento tal exaltación que algo me explota en el pecho y me salta en forma de lágrimas.

Entonces, esto tenía que verlo.
I mean, si vas caminando y te cruzás con un unicornio te parás a mirar.
Si la filarmónica de la Scala de Milán toca en la Piazza del Duomo cambiás todos tus planes y te parás a mirar.

Asi que, como esta semana estoy quedándome en Dairago (una ciudad muy chiquitita en las afueras), durante el almuerzo me puse a buscar algún bed & breakfast para poder dormir en Milano y sin pensarlo ni dos segundos hice la reservación (que btw, esa es otra historia de exceso de suerte, teniendo en cuenta el lugar que encontré a un precio mucho más bajo que su costo normal).

Y allá fui hacia la Piazza.
El concierto empezó 21.30 y duró poco más de hora y media. Y además de la filarmónica, tocó como invitado un pianista que yo no conozco, Denis Matsuev.

No les voy a hablar de lo que interpretaron (al que no le interesa lo voy a torrar y el que quiere saberlo seguro puede buscarlo en google), pero sí voy a mencionar dos cosas.

Una es que este pianista hizo una pieza solo. Cuando empezó la pieza en cuestión la mandíbula se me estrelló contra el piso y tuve ganas de gritar ME ESTÁS JODIENDO ROBERTO!???
Matsuev interpretó "In the Hall of the Mountain King", que es una pieza que compuso Edvard Griev para una obra de Henrik Ibsen en 1867, y que (asi tal vez la ubican más rápido, ya que de hecho fue en donde yo la conocí) es la que Trent Reznor y Atticus Ross versionaron para The Social Network (aparece en la escena de la carrera de remo, y es tan fucking buena que a mi me hace apretar los dientes).
Bueno, este pibe la hizo en piano. Me la hizo escuchar una noche al lado del Duomo.
Un exceso.

La segunda es que, durante las piezas orquestales, sobre todo cuando sonaban los violines, o cuando al final de algún in crescendo estallaban todas las cuerdas, se me venían a la cabeza mi mamá y mi tío Cele (el que ya no está y el que me saludaba al grito de "mi sobrina preferida" - como saludaba a todas sus sobrinas btw xD -).
Ellos y las óperas que fuimos a ver juntos al Teatro Argentino.
Ellos y las tardes en casa en las que los escuchaba hablar de música con una pasión que debe ser el origen de la mía.
Ellos.

Y en esos momentos, escuchaba la música y miraba al Duomo, porque aunque no soy católica necesitaba dirigir hacia alguna especie de tótem el agradecimiento que estaba sintiendo, mientras se me caían las lágrimas como se me caen ahora mientras se los cuento. Y ese lugar a donde dirigía mis ojos mientras esto pasaba es una de las catedrales más hermosas del mundo.

El director de orquesta Riccardo Chailly dijo anoche en el intermezzo del concierto, que deseaba que pudiéramos guardar en nuestro corazón ese momento y esa música, y que esperaba que fuera al menos un pequeñito destello brillante en la biografía de nuestras vidas...

Oh honey, YOU HAVE NO IDEA.

Filarmonica della Scala alla Piazza del Duomo

sábado, 9 de junio de 2018

Día 5 - Risotto alla milanese

Voy a empezar este post diciendo que soy fan del risotto. Muy fan.

Era imposible entonces no emocionarme (porque sí, la comida me emociona, soy una verdadera gorda de alma) ante la idea de pisar el hogar de uno de los risottos más famosos: el Risotto alla milanese.

Lo que lo distingue son dos ingredientes: la utilización del azafrán (que es lo que le da al risotto su color, su fragancia y ese gusto tan particular) y la médula de buey. Este último no es fácil de conseguir, entonces la alternativa es usar osobuco, que se combina a la perfección con el risotto.

Por supuesto, los milaneses tienen una leyenda acerca del nacimiento de este plato, con la cual se atribuyen su invención.
Por supuesto no es cierta xD.
Pero igual se las cuento: Se dice que el risotto alla milanese (o arroz amarillo, como se le decía en aquella época) nace alrededor del 1500 durante la construcción del Duomo, y que su autor fue el ayudante de un vidriero participante en esta construcción. Al parecer este muchacho utilizó azafrán - un ingrediente que en ese momento era usado como colorante natural por los maestros vidrieros - para dar color al arroz que iba a servirse como entrada en el casamiento de la hija de dicho vidriero.

La realidad es que tanto el azafrán como el arroz fueron traídos a Italia por los españoles, y que siglos antes los árabes ya usaban el azafrán (planta originaria de Asia Menor y Medio Oriente) para colorear el arroz.

Y my friends, todo esto viene a cuento de que hoy comi - y aprendí a preparar, de la mano de la prima de mi madre, Caterina (que se llama Catalina también, pero esa es otra historia) - el famoso Risotto alla milanese.

Les voy a decir solo una cosa: OH MY GOD.

Y como los quiero, acá va la receta:

1. Se dora media cebolla en aproximadamente 20 gramos de manteca.

2. Luego se incorpora el arroz, que para que sea el verdadero risotto alla milanese debe ser de esta variedad:


3. Y se tuesta: asi derecho, sin cocinarse en agua, porque para el risotto el arroz debe ir tostado.


4. Una vez hecho esto se le agrega vino blanco seco. 

5. Cuando el vino se evapora, se agrega una taza de caldo de carne, y se revuelve. Esto se repite dos o tres veces, a medida que la cocción va consumiendo el líquido, y se agrega el azafrán.

6. Por último, se agregan 100 / 150 gramos de queso parmiggiano, se mezcla con la preparación, y se deja reposar unos 5 minutos.


Y that's all folks. Esto puede servirse acompañado del "Ossibuchi alla milanese", pero esa es otra receta. 









viernes, 8 de junio de 2018

Día 4 - Los Sforza y los Visconti.

Hoy estuve en un castillo (que no es lo mismo que un palacio; voy a dejar que Lulaina - que es fan de ambos - les explique la diferencia en los comentarios).

El Castello Sforzesco lleva el nombre de una de las dos familias más poderosas (y en turnos, gobernantes) de Milán. Pero, resulta que no fueron ellos quienes lo construyeron. Los que lo arrancaron fueron los Visconti.

¿Cómo es que los Sforza terminaron habitándolo entonces?, se preguntarán.

La cosa, to make a long story short, es así: Bianca María Visconti, hija ilegítima del último Duque que portó ese apellido, Filippo María Visconti, fue prometida en matrimonio a Francisco Sforza cuando tenía 6 años. Este Pancho en cuestión, le llevaba 24 años, pero la unión era conveniente para Filippo, ya que unía así a las dos casas más poderosas de Milano, asegurándose un control que empezaba a ver amenazado.
Sí, por entonces éramos moneda de cambio, chicas, ni más ni menos.

La cuestión es que cuando ella tenía 16 años, en 1441, Bianca y Francisco se casaron, y después de una serie de eventos desafortunados que involucran peleas, reconciliaciones, infidelidades, intervenciones del papado, declaraciones de independencia sofocadas y problemas de sucesión (historias que les recomiendo leer porque le hacen sombra a cualquier novela), Sforza entró a Milán (con la ayuda guerrera de Bianca, obvio), recuperó las propiedades de los Visconti - entre ellas este castillo - ocupando luego el ducado de Milán.

El Castello es super interesante para visitar, pero tiene una falla (en comparación con los edificios históricos de este tipo): se ha convertido en salas para albergar colecciones muy diversas, pero no hay espacios enteros o habitaciones completas originales de aquella época que retrotraigan a ese tiempo de sus habitantes.

Les dejo acá algunas fotos del Castello en cuestión:

Castello Sforzesco (una de sus alas, desde el jardín interior)
Pequeño jardín interno
Escudo de armas de la familia Visconti
(Otro día les cuento qué simboliza)