Desde que llegué a La Spezia había pasado mis días rodeada de personas, algo que es muy común cuando hacés vida de hostel. Interactuás de la manera mas natural con gente de distintos países del mundo y de diversas indiosincracias, edades, intereses, actividades, etc, como si fueran tus vecinos de toda la vida. Incluso te puede pasar que te encuentres con alguien de tu ciudad natal, como me pasó a mi con Mica, otra platense.
Pero la verdad es que, si bien me encanta conocer personas, y soy muy amiguera - de hecho toda la vida hice amigos en cualquier lado -, también es muy cierto que me son muy necesarios mis momentos conmigo y nadie más. Y digo conmigo y no momentos en soledad porque el estado de soledad es uno que disfruto. No viene, en mi caso, acompañado de un sentimiento de soledad (de hecho, la única vez que experimenté ese sentimiento fue estando con alguien).
Entonces este día, mi último con mis amadas Cinque Terre elegí pasarlo solo con mi ser. Iba a ver las cinco tierras (las 3 que me faltaban, y las 2 que ya había visto). Y tres de ellas las iba a unir haciendo un sendero a pie - De haber podido hubiera unido las 5 a pie, pero la Via Dell´Amore, que es el camino que las comunica tiene dos tramos, los que van de Riomaggiore a Manarola, y de Manarola a Corniglia cerrados porque alguna tormenta provocó un par de derrumbes -.
Al respecto y como paréntesis en el relato, va un consejo: al que tiene pensado hacer todas o al menos varias de las Cinque Terre en un día incluyendo algún tramo a pie, le conviene sacar la Cinque Terre Card, por 16 euros. La tarjeta incluye el sendero (€7,50), el uso del tren que toca todos los pueblos todas las veces que quieras (€4 cada tren que tomás sino), el uso de los baños de las estaciones (por lo que sino pagás €1 cada vez que lo usás), y wifi también en todas las estaciones. Plus, te dan un mapa del Parco di Cinque Terre con todos los senderos y una tablita con los horarios de los trenes.
Bien, tips turísticos ya dados, prosigo. El shuttle del hostel me dejó en Riomaggiore, el primero y más al sur de los pueblos.
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Riomaggiore |
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Riomaggiore |
Una hora más tarde me tomé el tren a Manarola. A primera vista se convirtió en una de mis aldeas favoritas. Es verdaderamente tan hermosa que me costó dejarla para seguir camino - además de ser aquella de la primera imagen de Cinque Terre que vi en mi vida, de la que les conté por
acá. No afirmo ni niego que pararme en frente suyo me hizo soltar algunas lágrimas.
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Manarola |
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Manarola |
De Manarola tomé nuevamente el tren a Corniglia (creo en este punto necesario aclarar que el tren te lleva de un pueblo a otro en 5 minutos). Este pueblito está encima del monte, sin acceso alguno a la costa. De hecho una vez que bajaste del tren llegás a él subiendo una larga serie de escaleras.
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Corniglia |
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Corniglia, vista desde el setiero a Vernazza |
Como ya era "il mezzogiorno" y ya desde acá iba a comenzar el trayecto a pie, decidí antes almorzar en Corniglia. Algo livianito, como para cargar energías para la caminata... un risotto ai fruti di mare 😂 (Estúpido y sensual risotto).
Después de esto ya estaba lista para caminar hacia Vernazza. El sendero arranca en una callecita del pueblo que te deposita en 5 minutos en medio del monte.
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Comenzando el sendero a Vernazza |
Te lleva una hora y media y tiene muchos escalones, y subidas y bajadas - igual que el que más tarde me llevó desde Vernazza a Monterosso - pero las vistas a lo largo del camino te sacan la respiración, porque el sendero corre en gran parte sobre el lado externo de los montes, asi que tenés el mar al lado en muchos tramos del camino.
Me había llevado mis auriculares para escuchar alguna de mis extensas playlists, pero la verdad es que estando ahi no tuve ganas de escuchar otra cosa que los sonidos que hace la vida que te rodea y que está escondida en medio de tanta naturaleza.
Escuchar tantos sonidos sin nada de ruido no es algo a lo que estemos acostumbrados, y hacer este camino en soledad me llevó a un estado de tanta presencia en el acá y ahora que mi cabeza hasta atomizaba lo que escuchaba y lo separaba en segmentos: el agua de algún arroyo que no podía ver, el sonido del mar, el canto de los pájaros, y hasta sonidos de vaya a saber cuántos insectos diferentes y de lagartijas que pasaban entre las ramas del camino.
Llegar a Vernazza después de caminar ese primer tramo fue mágico.
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Llegando a Vernazza |
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La felicidad del que arriva a destino |
Y a lo mejor ese hiking me habrá exaltado y habrá influenciado mis subjetividades, pero Vernazza se convirtió al instante de pisarla en mi favorita de las Cinque Terre.
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Vernazza |
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Vernazza |
Vernazza tiene un pequeña playita, y ahi me quedé - ahora si con mi música - hasta más o menos las 18.30, hora en la que (después de haber presenciado un ritual que es parte de las bodas en Italia, ese de los novios obsequiando confites a los asistentes) partí a hacer la última parte del sendero, la que lleva de Vernazza a Monterosso. Y para ponerle un broche de oro a la cuestión, llegué a este último pueblo a la orilla del mar cuando se estaba poniendo el sol.
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Llegando a Monterosso |
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Monterosso |
El shuttle del hostel me esperaba en Riomaggiore a las 10 pm, asi que después de decir adiós y gracias, tomé el tren desde la última Cinque Terre hacia allá.
Esa noche cené con las chicas, mis compañeras de aventura de estos últimos días (Belén, de España y Ana, de Venezuela), mientras compartíamos una botella de Chianti rosso a modo de brindis de despedida, y hablábamos de todas las cosas que nos había regalado Cinque Terre y nuestra estadía por ahí; y pensaba después en esto de que la compañía de los demás se disfruta mucho más una vez que tuviste tiempo de calidad con vos mismo; cuando hiciste y dejaste hacer; cuando las veces en las que compartís tus ratos con otro, lo hacés desde un lugar de libertad.
Compartir momentos es hermoso. Saber disfrutarlos en perfecta soledad, también.
Amé fuerte mis días en Cinque Terre. Amé haber cumplido otro sueño más.
Alto, cada vez más alto.